Estos últimos meses han sido especialmente relevantes en la vida política en este país; durante el último año y medio se ha celebrado un ciclo electoral completo, desde elecciones municipales hasta europeas; así hemos vivido de campaña en campaña, pudiendo ver de cerca cómo funciona la comunicación de la política y en mi caso reflexionando sobre si existe la posibilidad de la política con corazón.
Durante estos meses hemos visto como los diferentes grupos políticos intentan llegar a quien ellos creen que son sus públicos objetivos, para ello utilizan sistemas muy parecidos a los que utilizan las empresas – en muchos casos incluso más sofisticados – con lo que las campañas electorales son enormes campañas de marketing y de comunicación dirigidas a vender su producto, en forma de programa en el mejor de los casos o en forma de candidato en el más común.
No podemos olvidar que un partido político es una organización de personas, es muy parecido a cualquier otra organización, igual que una empresa, así que también podemos medirlos en base a gestión coherente y búsqueda de un corazón.
¿Pero realmente creemos que los partidos se plantean esa búsqueda de un corazón?
Si lo analizamos desde sus bases, todos los partidos políticos tienen un perfil muy marcado, responden a una misión, visión y valores que están muy asumidos no sólo por militantes sino también por votantes; es relativamente fácil reconocerse como posible seguidor de un partido.
Así si tenemos claro que la base estaría bien asentada, y que existe un contenido de valores compartido por la organización, deberíamos mirar si el producto – entendamos producto otra vez como candidato o como programa – sigue esos valores. Según mi opinión realmente esto es así, tanto los candidatos como los programas suelen seguir los valores del propio partido, de hecho no tendría sentido que no fuera de esta manera, no se entendería por su público.
¿Entonces, dónde se tuercen las cosas?
Hay dos puntos importantes dónde las cosas dejan de seguir un esquema coherente para moverse de sus postulados originales con mucha facilidad.
El primero de esos puntos es la comunicación; cuando ésta se vuelve el centro del partido, o sea en plena campaña, hay quienes pueden dejar de lado, sin ningún tipo de rubor, su programa o sus valores para conseguir más votantes.
Pero el segundo punto es el más grave y es el que produce que los partidos, en mayor o menor medida, carezcan de ese sentido de búsqueda del corazón; y es el que se produce a través de su acción de gobierno, caso de ganar unas elecciones. Es difícil, muy difícil encontrar un partido en España que haya sido capaz de mantener su programa en un momento de gobierno, de hecho lo más habitual es romper algunas promesas electorales, con casos flagrantes que incluyen no cumplir prácticamente nada de lo prometido.
Sin entrar en casos aún más dramáticos como los que provoca la corrupción, bastante generalizada, y siguiendo con el análisis similar al que haríamos de una empresa, podemos decir que lo que han hecho los partidos políticos es crear un producto, anunciarlo y una vez vendido entregar una cosa totalmente diferente y hacerlo sin ningún tipo de rubor.
Creo que para que la actividad política llegue a tener en algún momento algo cercano al corazón se deben producir dos cosas:
-Que los compradores, nosotros, no nos dejemos entregar algo que no hemos comprado. Si nos damos cuenta de eso y lo hacemos de manera consciente, ese caso de reafirmación nos llevará a la segunda.
-Que los partidos vean que si venden algo deben entregar eso, ni más ni menos.
Como cuando hablábamos del poder de la compra consciente, con la cual se recupera poder arrebatado por grandes corporaciones, el voto consciente puede recuperar poder político y hacer que los partidos tengan que girar su actuación y acercarse a la gestión coherente y a su corazón.
los partidos tengan que girar su actuación y acercarse a la gestión coherente y a su corazón.