Hay quien lo grita a los cuatro vientos cuando le cambian de sitio y hay quien lo sufre en silencio para que no se pueda decir que no es un verdadero profesional, y aunque de entrada puede parecer una tontería, el lugar físico donde trabajamos tiene mucha importancia en cómo sentimos nuestra posición dentro de la organización.
Y no sólo el lugar físico que ocupamos sino muchas personas también dan mucha importancia el ordenador que utilizan (caso de ser un trabajo de oficina) o incluso el teléfono móvil que les da la empresa, y por supuesto, si es el caso, el coche de empresa que conducen; y no sólo estoy hablando de altos directivos.
Hay varias razones para que esto sea básico para muchas personas, yo veo tres principales:
- Interés por “comodidad”: que mi sitio esté cerca del agua, de la luz natural, la puerta, el almacén, etc. Se trata de un interés más bien básico, sin dobles fondos.
- Interés “táctico”: estar cerca de algún colega con el que tenemos mejor relación, o lejos de alguno con el que tenemos mala relación. Se trata de un interés también muy básico, cercano a la comodidad pero con el añadido de las relaciones personales.
- Interés “estratégico”: estar más cerca o más lejos del jefe, estar en un lugar que se entiende privilegiado entre los compañeros. Se trata de un interés más bien vinculado al ego, soy mejor que el resto porque ocupo este espacio.
En el caso del equipo de trabajo que va desde el casco de obra hasta la tableta de última generación, en función del trabajo desempeñado, también veo dos motivos muy claros:
- Interés práctico: que necesitamos esa herramienta para trabajar, sin motivaciones externas.
- Interés egoico: que está muy relacionado, una vez más, con el estatus dentro de la organización, los trabajadores entendemos que a mejor equipo más estatus dentro de esta.
¿Y cómo debemos trabajar esto desde la organización de la empresa?
Debemos ser conscientes de que las personas trabajamos de esta manera, es cierto que dejarse afectar por estas decisiones de empresa no es una manera profesional de comportarse por parte de un trabajador, ni decidir en función de esto sería profesional por parte del manager, pero siendo conscientes de las afectaciones de nuestro ego en estos temas podemos llegar a decidir cómo actuamos, cómo comunicamos internamente las decisiones respecto a ubicaciones o equipo que se entrega a cada trabajador justificándolas o bien por merecimientos o bien por necesidad del negocio, por ejemplo será lógico que un diseñador tenga un ordenador más potente que un administrativo, o que alguien que trata temas confidenciales disponga de una despacho cerrado.
La conclusión es que aunque pretendemos que la empresas sean sean asépticas a las emociones, estas también tienen mucho que decir y muchas veces implican problemas de gestión de la convivencia, llegando a producir incluso baja productividad o incluso la decisión por parte de un trabajador de dejar un puesto de trabajo al no sentirse reconocido.
Una vez más la correcta toma de decisiones en base a valores objetivos nos ayudará a poder explicar de una manera coherente las decisiones que tomemos, y aunque no nos inmuniza contra la reacciones de los colaboradores de la empresa, si nos permite saber que la decisión tomada es justa.