La comunicación es un todo…

WebOferta

 

Leía hace unos días un artículo, no firmado, en el que se hablaba del auge de las empresas que ofrecen montar una web a los pequeños negocios a precios bajísimos, y que sus argumentos de venta pasan por él mítico es que “debes tener una web” y tal como lo venden parece que es que hay que tener una web por tenerla, sin más, como un cartel en la puerta, “porque se tiene que tener”.

He estado pensando lo difícil que resulta para las pequeñas empresas entender lo que supone la presencia comunicativa global, y más en internet, y cómo a veces guiados con más buena o mala fe llegan a la conclusión de que deben tener una página web, o realizar una determinada campaña,  y ahí que van.

También es cierto que esa miopía ha afectado y afecta a empresas más grandes que durante mucho tiempo han pensado igual, la presencia digital, ya sea en internet o en las redes sociales se tiene porque se debe tener. Además al hacerlo separan claramente el concepto de comunicación online que se hace para ocupar un lugar, para tener una presencia pero sin mucho esfuerzo y la offline, la seria, la de siempre, y en cada uno de los dos mundos dan una imagen totalmente diferente.

La comunicación y la imagen que queremos transmitir es sólo una, y es una que se debe adaptar al canal a través del cual se envía, pero el mensaje debe ser siempre coherente.

No sólo eso, no hay ninguna obligación de cubrir todos los canales, una empresa grande puede decidir hacerlo, pero una pequeña debe elegir aquellos que le acercan más a sus clientes.

Por lo tanto una vez más apelamos a la coherencia para ver que en comunicación no hay nada que se deba hacer, hay acciones que son más útiles y otras que lo son menos,  y en función del presupuesto con el que contemos deberemos elegir qué nos ayuda más a trasladar nuestra imagen al público objetivo.

¿Una web es necesaria?  Pues depende ¿lo es el cartel anunciador de la puerta? En función del negocio que tengamos el cartel de la puerta es básico, por ejemplo si es un negocio en el que se atiende al público, o no lo es si no queremos que se sepa qué hacemos allá.

Y ¿de qué dependerá? Si descartamos tener un presupuesto infinito (porque nadie lo tiene por grande que sea) tendremos que elegir en qué lo gastamos, así que la decisión dependerá, entre otras muchas cosas, del tipo de negocio. Si mi empresa tiene  una marca que vende productos o servicios al público será muy interesante tener respaldado ese producto o servicio con una presencia web seria que sirva de refuerzo a la decisión de compra que se plantea el consumidor. Si por el contrario mi negocio es algo más orientado a la venta a empresa, quizás esa inversión sea mejor dedicarla a montar un evento técnico al que puedan acudir todos mis posibles clientes y vean in situ el funcionamiento de mi producto.

Existen infinitas combinaciones de acciones tanto en la red como fuera de ella, de pago y gratuitas que pueden servir a una empresa para llegar a  su público y como decía la coherencia es lo que nos debe guiar a buscar una buena opción para nuestro negocio, y también la posibilidad de trabajar con alguien que nos asesore, de verdad, y que no intente vender un producto “porque se debe tener”.

Además debemos recordar que lo importante es qué decimos y no solamente a través de donde lo decimos, y que eso que expliquemos debe ser verdadero. No hace mucho leí en twitter  que @RoyGrillo decía “No puedes comunicar bien lo que estás haciendo mal. Primero hay que hacer las cosas bien y después contarlas, no al revés.” No puedo estar más de acuerdo.

¿Qué marca la marca?

 

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«Una marca es una identificación comercial primordial y/o el conjunto de varios identificadores con los que se relaciona y ofrece un producto o servicio en el mercado»                                                                                  Wikipedia

El origen del concepto de marca se remonta a los inicios del comercio en los cuales los productores “marcaban” sus productos como certificado de origen y garantía y pese a estar hablando a algún siglo antes de Cristo este origen no difiere tanto de la actual visión de marca.

La marca moderna, aparece en el siglo XIX con la introducción de productos de consumo masivo que modernizan  el concepto de envase, primer soporte que ha tenido la marca moderna.

¿Qué es hoy en día una marca?

De inicio no debemos confundir la marca con el logotipo, que es simplemente la adaptación gráfica de la marca, además el logotipo no es algo permanente sino que va cambiando con el tiempo mientras que los valores de la marca deberían mantenerse.

Para mí hoy en día es una suma de lo que ha sido desde un inicio, la identificación de un producto, la referencia de garantía y procedencia de dicho producto…pero también es mucho más.

La marca es el principal vehículo de transmisión de valores que tiene la organización, se trata de un activo valiosísimo ya que tiene muchos más puntos de contacto con el consumidor que la empresa que la produce; a quien reconoce el consumidor es a la marca y la que hace que el consumidor decida o no comprar un producto es la marca.

Debido a eso en algunos casos, las marcas modernas han fagocitado los nombres de las empresas que las comercializan, ya que a veces no son coincidentes con el nombre de la marca. Por ejemplo utilizando a algunas de las más valoradas, la marca Coca-Cola siempre ha sido propiedad de la Coca-Cola Company, pero Panasonic, durante mucho tiempo (ahora la marca y el nombre de la empresa son el mismo) fue la marca principal de Matsushita Corporation.

El hecho de que la relación del consumidor con la marca sea tan estrecha es que muchas veces el consumo de dicha marca se produce porque el consumidor cree que tener determinado producto le transmite unos valores, unas características con la que se siente reconocido.

Tengo un BMW porque “me gusta conducir”, soy una persona dinámica, seria, pero con un punto rompedor y por eso quiero conducir un coche que se posiciona como el más deportivo de los premium alemanes.

Se puede pensar que ese tipo de asociación sólo se hace con marcas de lujo o con grandes marcas de consumo pero se pueden establecer esos vínculos con casi cualquier marca (lo hablamos en al entrada dedicada a el consumo emocional).

¿Y esos valores los inventa la marca? o como hemos comentado en otras ocasiones tienen que estar vinculados a algo más.

Como ya he comentado anteriormente yo creo firmemente que los valores de los que hace bandera la marca sólo son duraderos en el tiempo si están vinculados a los valores de empresa y  a los de producto; tradicionalmente en marketing se habla de la identidad de marca cuando hablamos de los valores que ésta quiere transmitir y de imagen de marca refiriéndonos a la percepción que tiene el consumidor  de esa marca. El consumo de un determinado producto forja la imagen de marca que tiene el consumidor y si esa imagen no coincide con la que la marca “vende”, la identidad de marca, por mucho esfuerzo comunicativo que se haya hecho lo que prevalecerá será la imagen que se ha hecho el consumidor.

Es por eso que una marca fuerte constituye uno de los principales activos de las organizaciones con corazón. Si queremos que nuestros  consumidores nos conozcan, sepan quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos y que eso sea la razón por la cual decidan comprar nuestros productos, nuestra marca debe ser reflejo de todo eso; trabajando con coherencia la identidad de marca y la imagen de marca serán  muy parecidas, ya el producto con corazón no debe prometer nunca más de lo que realmente ofrece, y la marca que ampara este producto no debe querer comunicar unos valores que no va a poder mantener.

¿Hablamos?…el secreto de las conversaciones productivas

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Si hay algo que puede influir en el ambiente dentro de una organización  es la comunicación entre sus miembros.

Siempre he creído que la comunicación personal real supone un acto de valentía; para mí, la capacidad de ver más allá de nuestros propios intereses para poder decir a otra persona lo que realmente pensamos sobre un asunto, supone una virtud que ayuda a que cualquier relación funcione.

No me refiero con eso a decir lo que cada uno piensa en cada momento sin filtros, lo que nos convertiría en sincericidas – ya lo decía Oscar Wilde, un poco de sinceridad es algo peligroso; demasiada sinceridad, es absolutamente fatal – sino a  saber decir en cada momento lo que queremos decir, de una manera asertiva, convirtiendo posibles conflictos en conversaciones productivas.

Cuenta Fredy Kofman en su libro “La empresa consciente”  lo importante de la comunicación para conseguir organizaciones sanas. Nos explica que cada vez que tenemos lo que él llama “conversaciones difíciles” estamos poniendo en juego tres diferentes aspectos:

  • Operativo: que atañe al tema en que se trata en la conversación.
  • Relacional: que conlleva los vínculos existentes en los participantes en la conversación.
  • Individual: que sobretodo implica a nuestra autoestima.

Cada vez que ponemos en juego estos tres aspectos durante una conversación, cuando defendemos una postura delante de un compañero o de un superior es inevitable que se produzcan efectos en nuestras emociones, que nos sintamos atacados o bien que seamos nosotros quienes ataquemos, que tengamos miedo o vergüenza a expresar lo que realmente queremos decir o si no controlamos nuestras emociones que podamos ir más allá de lo debido y que digamos aquello que no queremos decir.

Para ver el impacto que esto nos provoca,  Kofman nos invita a analizar una conversación, escribiéndola en un papel, poniendo en una columna lo que dijimos y nos dijeron durante esa conversación y en otra lo que quisiéramos haber dicho o lo que sentimos…él la llama la columna izquierda.

Desde ese análisis ponemos la luz de  la consciencia en lo que realmente sentimos al respecto y podemos ver si  todas esas emociones que hemos sentido nos han impedido llegar a conseguir el objetivo real de la conversación.

Por ejemplo en una conversación en la que solicitamos un aumento de sueldo a nuestro superior, el objetivo es conseguirlo; pero seguro que durante la conversación, mientras negociamos sentimos juzgada nuestra valía profesional, creemos necesitar defendernos, nos podemos sentir incluso atacados dependiendo de cómo nuestro superior nos trate. Una situación así puede provocar

  • Que no seamos capaces de conseguir el objetivo operativo.
  • Que  el aspecto relacional, nuestra relación con el superior se dañe.
  • Que nuestra autoestima resulte también dañada.

Con lo que una conversación de este tipo mal llevada puede afectar de una manera muy importante a la organización – y a nosotros mismos – ya sea porque nos quedamos esas emociones negativas para nosotros o bien porque las decimos de manera inadecuada generando un conflicto.

Para que esto no ocurra debemos ser capaces de revisar las emociones que nos provocan estas conversaciones difíciles, no pararlas que sería imposible, pero si reconducirlas para ver que podemos generar una conversación productiva con todo ello. Siendo justos con lo que sentimos y con nuestro interlocutor seremos capaces de encontrar vías de entendimiento que si bien no garantizan el éxito en nuestro objetivo operacional sí que evitan que los aspectos relacional o individual puedan salir dañados; además siendo generosos con nuestro interlocutor podemos encontrar aspectos de aprendizaje mutuo, por ejemplo en el caso que contemplamos quizás no consigamos el aumento de manera inmediata pero puede que  durante la negociación lleguemos a un acuerdo con nuestro superior sobre cómo conseguir dicho aumento si aceptamos nuevas responsabilidades.

Para conseguir conversaciones en las que la comunicación sea la protagonista deberemos ser capaces no sólo de preparar la conversación de una manera productiva con vista a una ganancia mutua sino de poder generar un resultado favorable  a las dos partes durante la propia conversación, generando un ambiente de colaboración basado en la escucha activa y la expresión mesurada de las opiniones de cada parte.

Es cierto que no puede existir una empresa con corazón si no somos capaces de decir qué pensamos, pero no sólo eso, sino que una organización no puede ser exitosa si no existe comunicación real entre sus miembros.

¿ y si nos convertimos en charlatanes?

A propósito de los valores de los que hablábamos en el último post, me gustaría compartir una cosa que en alguna ocasión he vivido, algo que cuando pasa me hace sentir mal respecto a mi trabajo y que creo que nos coloca a las personas que trabajamos en comunicación en una posición que me recuerda a la de  los charlatanes.

Dice la Wikipedia que un charlatán es una persona que practica algún tipo de estafa con el fin de conseguir beneficio económico o alguna otra ventaja mediante el engaño o la superchería; para mí básicamente la imagen que me viene a la cabeza es la de los vendedores ambulantes que ofrecían un espectáculo, entretenían a la gente y les vendían un remedio que supuestamente curaba cualquier dolencia.

Alguna vez me he visto a mí mismo, sobre un escenario vendiendo, voz en grito, un supuesto producto milagroso.

Hay empresas que no han entendido que un producto nunca debe prometer más de lo que realmente puede ofrecer al consumidor, con lo que intentan arropar con fantásticas campañas de comunicación a productos que sólo se sostienen en falsas promesas; es bastante común hoy en día que cualquier producto se quiera lanzar con campañas “emocionales” , sin querer ver que si la realidad de la empresa, la marca o el propio producto no aguanta esa comunicación emocional lo único que verán los consumidores es un gran mentira, muy bonita, eso sí.

Bankia

Pese a que en estos últimos días hemos podido ver casos – como la campaña de Coca Cola, «Haz feliz a alguien» coincidente con el conflicto laboral que la marca tiene en España- en su día me impresionó la primera campaña de Bankia después de su rescate; muy bien hecha sí señor, apelando a sentimientos, llegando a la fibra sensible, “Empecemos por los principios” se llamaba la campaña. Pero ¿alguien en su sano juicio podía creer esa campaña? ¿Cómo pensaron vincular Bankia con esos valores tras todo lo que había pasado? No fue una campaña encargada a ninguna agencia,  fue gestada dentro del propio banco, en su  área de comunicación, y para mi está claro  que quien la diseñó se convirtió en un charlatán.

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Creo que los profesionales de la comunicación debemos basar nuestra actividad en decir la verdad, lo haremos de una manera atractiva, buscaremos un mensaje interesante, seremos la voz que hará que el consumidor se decida por nuestro producto pero no se trata de vender una solución que no soluciona nada.

La base sobre la que se soportará cualquier campaña siempre será el producto, el servicio o la marca, y la base de ese producto, de ese servicio o de esa marca debe ser su consistencia, su capacidad de entregar lo que promete, y eso surge de la honradez de la empresa no sólo con sus consumidores sino consigo  misma. El caso de Bankia para mi es el caso de una campaña que podría haber funcionado, pero que no lo hizo porque se sostenía sobre humo, el humo de una marca que nadie podía relacionar con los valores que defendía.

Caminemos por el camino de baldosas amarillas…

OLYMPUS DIGITAL CAMERAMe llamo Marcos Guillén, llevo 15 años trabajando en el mundo de la empresa, casi siempre en  posiciones de marketing, muy cerca del producto, y bastante cerca de la comunicación.

Después de esos 15 años de aprendizaje continuado, habiendo pasando por muy diferentes culturas de empresa me he dado cuenta que lo una de las cosas que realmente me apasiona es observar cómo los valores que generamos todos dentro de las organizaciones a veces crean trabajadores eficaces y personas sanas y a veces todo lo contrario; también me interesa seguir cómo en los últimos tiempos intentamos dotar de valor emocional a productos que no lo tienen, o como también poco a poco surgen organizaciones que desde su concepción generan productos y servicios que si contienen dichos valores emocionales.

Las empresas, tanto las grandes corporaciones como las PYMES forman hoy en día un tejido organizativo bajo el cual pasan gran parte de su tiempo muchas personas cada día. No son sólo un lugar en el que trabajar sino que en muchos casos suponen un lugar donde relacionarse, donde aportar nuestras cualidades personales, donde poder sentirnos realizados, o justamente todo lo contrario.

Cuando hablamos de las empresas, en lenguaje jurídico utilizamos el de persona jurídica, desde la estrategia hablamos de misión, visión y valores, este lenguaje acerca a este “ente sin cara” que es la empresa a conceptos más humanos, conceptos que podemos asimilar a sentimientos; pero realmente ¿podemos hablar de las emociones cuando hablamos del mundo de la empresa?

Tradicionalmente se ha  utilizado la imagen de la empresa como independiente de las personas que la forman con lo cual podía permitirse el lujo de  no tener ningún tipo de servitud sentimental; de hecho  se esperaba de las personas que la dirigían que pudiesen adoptar esa perspectiva carente de sentimientos para poder dedicarse de una manera más aséptica a la búsqueda de los beneficios sin nada que pudiera “distraer”.

Pero las empresas son personas, son organizaciones de personas y tarde o temprano esas personas que las forman se muestran como tales y surgen necesidades más allá del beneficio económico, se revela una pirámide de Maslow en la cual las necesidad de aquellos que forman parte de la organización se trasladan a esta ya sea en su vida dentro de la organización como en la necesidad de  que la misión de la organización, su producto o servicio sea algo útil, algo en lo que creer.

Dice el Hombre de hojalata en El Mago de Oz, de  Lyman Frank Baum, que alguien que no tiene corazón no puede amar,  no puede sentir, así que si las empresas deben sentir así como lo hacen quienes forman parte de ellas, deberán buscar ese corazón a veces perdido, a veces maltratado.

Desde este blog me gustaría compartir aquellas enseñanzas de estrategia, de marketing y de comunicación que pueden hacer que una empresa que busca su corazón lo encuentre, y que junto con su corazón encuentre a aquellas personas que se sientan identificadas con él, lo suficientemente como para que el proyecto de dicha empresa sea algo más que su trabajo y puedan compartir los valores del lugar donde pasan más tiempo en sus vidas.

Me alegrará que compartamos esa búsqueda, caminando juntos por el camino de baldosas amarillas…