Educación y trabajo

educacion_trabajo En mi última entrada comentaba algunas carencias que veo en el sistema de organización de muchas de nuestras empresas para poder aprovechar el potencial de sus trabajadores; personas que en cierta manera han trascendido el sistema cerrado basado en tiempo/ubicación que prima en occidente.

 Este sistema de trabajo fundamentado en la dedicación de un tiempo en una ubicación concreta proviene de la revolución industrial; antes de existir el trabajo organizado los profesionales, los artesanos, incluso los campesinos se organizaban en función de las necesidades de su trabajo y no con un horario fijo.

Cuando en esa época las grandes fábricas que nacían en muchos países de Europa empezaron  necesitar mano de obra, esta provenía básicamente del campo y para formar a esa mano de obra con un mínimo de conocimientos que les permitieran desarrollar ese trabajo surgieron los sistemas formativos en muchos países y la educación, patrimonio antes de las clases altas se universalizó; y ¿cómo se hizo?…según los mismos principios de las fábricas, en serie…

Igual que se seguía un proceso fijo para que un coche saliera por la puerta de una fábrica después de una serie de operaciones que transformaban los diferentes materiales para que se convirtieran en ese coche, la escuela se creó para recibir la materia prima, niños, y que al finalizar el proceso obtuviéramos trabajadores cualificados, para los que tener un trabajo fijo y poder alimentar con seguridad a una familia era su máxima aspiración. Así la escuela empieza a formar una fuerza de trabajo no sólo capaz, sino también aleccionada.

Y me diréis, ¿qué tiene que ver eso con nuestras organizaciones modernas? ¿Nuestros planes de estudios y leyes de educación, a cual más moderna, cambiadas cada legislatura? Para mí lo tiene que ver todo.

Yo recuerdo mi época en el colegio como bastante feliz, no tengo queja del trato, ni lo recuerdo con dureza; pero tengo claro que salí del colegio (y más tarde de la universidad) pensando que mi máxima aspiración era conseguir un buen trabajo y comprar una casa… y en este punto no es tan diferente de lo que esperaba de la vida alguien salido del sistema educativo de hace algo más de un siglo.

Creo que hasta no hace demasiado nuestra sociedad ha girado con esa rueda gigante de generar trabajadores para las fabricas de productos que esos mismos trabajadores y otros igual que ellos consumirán. Es la base del sistema, así que mientras el sistema ha continuado igual, la necesidad de personas aleccionadas ha sido la misma. Es cierto que ese sistema, esa rueda, ha parado en algunos momentos históricos para alguna generación y en algún lugar del mundo, son momentos de revolución (los años 60 en la costa oeste de Estados Unidos, por ejemplo) en los que un cambio general parece posible, pero el sistema vuelve a engullir a los revolucionarios que acaban trabajando en una multinacional y recordando sus años de lucha como una anécdota.

Es posible que el cambio de verdad no sea tan revolucionario, pero que sea más profundo. Ese cambio creo que vendrá amparado por dos condicionantes básicos:

  • La evolución en la educación en la que se empieza a dar protagonismo real a las emociones. Es cierto que no es la tendencia dominante pero cada vez se crean escuelas con patrones diferentes a los que hemos conocido hasta ahora, ya sean escuelas activas o escuelas libres, en los que los sistemas de aprendizaje priman el desarrollo de la persona y no el aleccionamiento. Son escuelas que buscan personas que puedan pensar por sí mismas, y que lo hagan desde unos valores
  • La tecnología, que hoy en día nos permite comunicarnos con cualquier parte del mundo, aprender  y compartir; y por otro lado nos da la posibilidad de crear. Nos permite  no depender de una gran inversión para ser capaces de fabricar.

Estos dos condicionantes, con el tiempo, van a generar personas capaces de pensar y con las herramientas para construir una realidad diferente, una generación que podrá elegir no depender del sistema establecido, no estarán obligados a cumplir con un horario y una ubicación, no creerán que el estado y la gran empresa deban darles trabajo y casa, se sabrán capaces de trabajar y desarrollarse. Una generación que podrá decidir cambiar el mundo y hacerlo para siempre.

Volviendo de nuevo a la última entrada,  y dejando de lado este futuro, utópico o no, que os comento. ¿No os suena haber conocido a personas así hoy en día?  Creo que cada vez son más las personas que ya cuentan con los recursos para independizarse del sistema.  Como decía antes no se trata de una revolución, es el mundo que cambia delante de nosotros y ese cambio espero que lleve a que las organizaciones lideradas y pobladas por esta nueva generación estén mucho más cerca de encontrar su corazón.

¿Por qué trabajamos?

trabajoPasamos una gran parte de nuestro tiempo trabajando, en un año “normal”  son 1.770 horas,   y aunque es habitual sentir que queremos pasar toda la vida de vacaciones, cuando llevamos unas semanas sin trabajar algunos deseamos volver;  ¿qué nos aporta el trabajo?

Está claro que hay dos maneras opuestas de vivirlo, hay quien cree que es sólo una manera de ganarse la vida, de ingresar una cantidad, de ganar dinero en definitiva;  y también hay quien cree que el trabajo nos ayuda a desarrollarnos como personas.

En mi generación, que es la que más conozco, desde pequeños se nos decía que debíamos estudiar, hacer una carrera, tener un buen puesto de trabajo – a poder ser fijo y seguro – y ganar cada vez más dinero. Además los trabajos que considerábamos “un buen puesto de trabajo” no eran muchos; aquellos que durante mucho tiempo habían sido considerados de prestigio. ¿Quién sabe cuántos cocineros geniales – por decir algo que hoy está en boga pero que entonces no – habrán acabado vistiendo una toga y no un mandil, y pensado que lo único que pueden esperar de su trabajo es ganar cada vez más?.

En otra entrada podemos comentar qué ha sido de tantas vocaciones y cómo las presiones sociales y el sistema educativo tienen la capacidad de “guiarnos” para que nuestras razones para trabajar se limiten al dinero, ya que eso es lo que se considera éxito.

Pero volviendo a las razones para trabajar, ya hace unos añitos, en 2010   Seth Godin  -brillante como siempre – se preguntaba en su blog por  este tema y según el listado elaborado por él, las razones para trabajar son las siguientes:

1.- Por el dinero
2.- Por el desafío
3.- Por el placer o la vocación de hacer nuestro trabajo
4.- Por el impacto que puede tener en el mundo nuestro trabajo
5.- Para construirnos una reputación dentro de nuestro círculo social
6.- Para solucionar problemas interesantes
7.- Para formar parte de un grupo y experimentar la solución de tareas
8.- Para sentirse apreciado

El autor se pregunta que de todas las razones,  por qué nos focalizamos en la primera; hay parte de la explicación que seguro que cuadra con lo que contaba al principio de la entrada y  es en función de las motivaciones, pero creo que hay algunas más según unas  determinadas edades, y sobre todo en algunas ocupaciones.

En cuanto a las motivaciones, en mi opinión quien trabaja en algo que no le gusta, en algo que ha aceptado o bien por necesidad o bien por la  presión social, familiar etc, que comentábamos antes,  busca un sueldo como única razón para pasar tanto tiempo dedicado a algo que no le hace crecer como persona.

Si hablamos de la edad creo que el análisis de Seth Godin hace casi 5 años está cambiando radicalmente gracias a la entrada en el mercado laboral – lentamente por desgracia – de nuevas generaciones en las cuales hay razones mucho más importantes que el dinero; el futuro, si las crisis financieras no lo impiden, es de los milennials, y ese futuro está bastante alejado de la visión clásica de trabajo como obligación a cambio de un sueldo.

Por último, el tipo de trabajo que realicemos hace que las razones por las cuales lo hacemos se alejen del mero dinero. Los trabajos basados en el conocimiento, los llamados “cuellos dorados”, los trabajos manuales artesanales – que se están recuperando – los trabajos vocacionales, los relacionados con la ayuda al prójimo, y una lista cada vez más larga de ocupaciones, olvidan el ganar cada vez más dinero y enriquecerse materialmente y lo cambian por el enriquecerse como personas cada vez más, como motivo principal para trabajar.

No es lo más habitual, hay muchas personas que no son capaces de entenderlo;  pero creo que el hecho de que existan cada vez más personas capaces de elegir trabajo en función de sus valores, en lugar de hacerlo sólo por dinero nos está haciendo ser una sociedad más libre y más consciente y que hará que las empresas deban ser capaces también de buscar su corazón para encontrar personas que quieran trabajar en ellas.

 

 

 

Los valores de la Economía del bien común

economiabiencomunHe estado leyendo sobre la teoría de la Economía del bien común del economista austriaco  Christian Felber…  no conocía su trabajo, pero la lectura del  primer párrafo de dejó fascinado y me sentí automáticamente alineado con él ya que se asemeja mucho a lo que ya llevo unas semanas escribiendo.

“Curiosamente aunque los valores debieran ser la orientación esencial, las guías de nuestra vida, hoy en día en economía priman otros valores completamente diferentes a aquellos que son válidos en nuestras relaciones diarias con otras personas. En nuestras relaciones diarias o de amistad nos va bien cuando ponemos en práctica valores como tales como la confianza, la sinceridad, el aprecio, el respeto, escuchar a los demás, la empatía,  la cooperación, la ayuda mutua o la voluntad de compartir.”

No quiero entrar a discutir en profundidad su modelo económico ya que no soy economista, y aunque estoy en desacuerdo en algunos  aspectos me atrae inmensamente la búsqueda de un sistema  económico, no solo macro sino también micro económico, que se alinee con los valores personales.

Dentro de  la declaración de valores que hace el autor,  una de las primeras aportaciones pone en duda sobre el modelo basado en la competencia, sobre el que se construye nuestra economía actual, por lo menos la parte que  llamamos economía productiva ; Felber postula que un sistema enteramente basado  que  la competencia genera valores  como  el egoísmo,  o la codicia lo que hace que los valores del sistema estén muy desligados de los valores con los que las personas nos sentiríamos cómodos de manera natural, esto produce una desconexión entre lo que queremos como personas y lo que nos impone el sistema; lo que resulta en una falta de coherencia en nuestras vidas, lo que nos lleva a la necesidad de coherencia sobre la que he escrito en últimas entradas.

El origen de la competencia como fuente de la mejora, la creencia de que es la única opción de evolución positiva  en la economía y que esto genera beneficio  para el común de las personas (más producto, precios más bajos, más calidad, etc.) en mi opinión, y en la del autor es una teoría que está claramente sobrepasada; aún teniendo  claro que la competencia es una fuente de motivación y que eso está más que probado, no es la única, ya que la cooperación es una fuente por lo menos igual de fuerte y que está mucho más ligada con nuestra necesidad de mejorar como personas.

Una cita especialmente dolorosa y que no nos plateamos a menudo, por lo menos yo no lo hago, es que la definición de competencia es “el logro de éxito de uno o de otro” lo que implica que para tener éxito debemos conseguir que otro no lo tenga; difícilmente se me puede ocurrir alguna cosa que promueva de manera más clara la desigualdad.

En este punto la teoría en la que se basa la Economía del bien común se cerca a la psicología para explicar porqué aceptamos el modelo en el que hay ganadores y vencidos, y cómo eso genera personas que basan su valor personal en ser mejores que el resto, más exitosos, etc…

Otras aportaciones de la declaración de valores que hay tras la teoría puramente económica es la introducción en la economía de la Dignidad humana (primer valor indicado en la Declaración Universal  de los Derechos Humanos) y la explica como “valor en igualdad, sin condiciones e inalienable”.  Felber explica que según este principio no se puede instrumentalizar a otros para conseguir el beneficio propio, lo cual está totalmente en contra del sistema económico actual.

Después de la declaración de valores la teoría que se desarrolla se fundamenta en una inversión de la polaridad de los incentivos económicos, lo que quiere decir que la economía debe dejar de buscar el beneficio creciente para pasar a tener  una gran importancia el respeto por los valores humanos.

Cómo propone Felber esta búsqueda, queda dentro del campo de la economía más “dura” y como comentaba antes no me corresponde a mi tratarlo,  pero me parece muy importante que haya economistas estén buscando una salida para la falta de coherencia de nuestro sistema y que la búsqueda de algo diferente esté basada en los valores; creo que esa búsqueda puede acercarnos a que las empresas tengan corazón.

 

¿Qué marca la marca?

 

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«Una marca es una identificación comercial primordial y/o el conjunto de varios identificadores con los que se relaciona y ofrece un producto o servicio en el mercado»                                                                                  Wikipedia

El origen del concepto de marca se remonta a los inicios del comercio en los cuales los productores “marcaban” sus productos como certificado de origen y garantía y pese a estar hablando a algún siglo antes de Cristo este origen no difiere tanto de la actual visión de marca.

La marca moderna, aparece en el siglo XIX con la introducción de productos de consumo masivo que modernizan  el concepto de envase, primer soporte que ha tenido la marca moderna.

¿Qué es hoy en día una marca?

De inicio no debemos confundir la marca con el logotipo, que es simplemente la adaptación gráfica de la marca, además el logotipo no es algo permanente sino que va cambiando con el tiempo mientras que los valores de la marca deberían mantenerse.

Para mí hoy en día es una suma de lo que ha sido desde un inicio, la identificación de un producto, la referencia de garantía y procedencia de dicho producto…pero también es mucho más.

La marca es el principal vehículo de transmisión de valores que tiene la organización, se trata de un activo valiosísimo ya que tiene muchos más puntos de contacto con el consumidor que la empresa que la produce; a quien reconoce el consumidor es a la marca y la que hace que el consumidor decida o no comprar un producto es la marca.

Debido a eso en algunos casos, las marcas modernas han fagocitado los nombres de las empresas que las comercializan, ya que a veces no son coincidentes con el nombre de la marca. Por ejemplo utilizando a algunas de las más valoradas, la marca Coca-Cola siempre ha sido propiedad de la Coca-Cola Company, pero Panasonic, durante mucho tiempo (ahora la marca y el nombre de la empresa son el mismo) fue la marca principal de Matsushita Corporation.

El hecho de que la relación del consumidor con la marca sea tan estrecha es que muchas veces el consumo de dicha marca se produce porque el consumidor cree que tener determinado producto le transmite unos valores, unas características con la que se siente reconocido.

Tengo un BMW porque “me gusta conducir”, soy una persona dinámica, seria, pero con un punto rompedor y por eso quiero conducir un coche que se posiciona como el más deportivo de los premium alemanes.

Se puede pensar que ese tipo de asociación sólo se hace con marcas de lujo o con grandes marcas de consumo pero se pueden establecer esos vínculos con casi cualquier marca (lo hablamos en al entrada dedicada a el consumo emocional).

¿Y esos valores los inventa la marca? o como hemos comentado en otras ocasiones tienen que estar vinculados a algo más.

Como ya he comentado anteriormente yo creo firmemente que los valores de los que hace bandera la marca sólo son duraderos en el tiempo si están vinculados a los valores de empresa y  a los de producto; tradicionalmente en marketing se habla de la identidad de marca cuando hablamos de los valores que ésta quiere transmitir y de imagen de marca refiriéndonos a la percepción que tiene el consumidor  de esa marca. El consumo de un determinado producto forja la imagen de marca que tiene el consumidor y si esa imagen no coincide con la que la marca “vende”, la identidad de marca, por mucho esfuerzo comunicativo que se haya hecho lo que prevalecerá será la imagen que se ha hecho el consumidor.

Es por eso que una marca fuerte constituye uno de los principales activos de las organizaciones con corazón. Si queremos que nuestros  consumidores nos conozcan, sepan quiénes somos, qué hacemos y cómo lo hacemos y que eso sea la razón por la cual decidan comprar nuestros productos, nuestra marca debe ser reflejo de todo eso; trabajando con coherencia la identidad de marca y la imagen de marca serán  muy parecidas, ya el producto con corazón no debe prometer nunca más de lo que realmente ofrece, y la marca que ampara este producto no debe querer comunicar unos valores que no va a poder mantener.

Como deberíamos entender la comunicación interna

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“La comunicación es una necesidad básica del ser humano y siempre existirá  ya sea con la colaboración de la organización o sin ella.”

Cuando hablamos de los valores, y perdonad si me repito mucho con ello, pero estoy convencido de que son la base de una gestión con coherencia, uno de los temas que yo consideraba capital era que esos valores pudieran ser comunicados y compartidos para que las personas que trabajan en la organización se pudieran sentir alineados con ella al máximo. Esto genera que todos los implicados sientan la organización como propia. Para que esto sea así  debemos tener muy clara de qué manera vamos canalizar la comunicación dentro de la organización y cuidaremos que siga el principio de la gestión con coherencia.

Como propongo en la frase del principio de la entrada, la comunicación va a existir ya sea con apoyo o sin apoyo de la organización; así dentro de lo que llamaos comunicación interna encontramos la comunicación formal, si es a través de canales oficiales de la empresa o comunicación informal si es la típica charla de pasillo.

La comunicación informal se da de una manera espontánea,  y aunque  muchas veces son conversaciones no relevantes, otras podrían ser conversaciones de las que extraer información valiosa,  que sería interesante tener;  aún así es una comunicación muy difícil de regular,  y además haciéndolo probablemente perdería ese valor de la espontaneidad.

Pienso que querer organizar cada ámbito de la actuación del trabajador en la organización es muy costoso y poco efectivo;  pero además eso supone una falta de confianza en que nuestros colaboradores  puedan decidir  compartir con la organización algo que pueda surgir de una comunicación informal y que pueda ser valioso. Creer que las personas que trabajan con nosotros o para nosotros están involucradas y  que darán ese paso es importante, porque supone aceptar un nivel de autogestión del profesional que beneficia la confianza. Está claro que es mucho más difícil de conseguir en una empresa grande que en una pequeña, pero orientar la gestión a esos patrones basados en la confianza hace crecer la involucración de cada uno de los miembros y que este tipo de comportamientos se pueda repetir.

En el caso de la comunicación formal sí que la organización debe poner medios y tener claro qué información quiere y debe  trasladar a sus miembros (comunicación descendente) y qué información quiere que pueda subir desde sus miembros (comunicación ascendente).

Yo creo que hay una serie de normas que las empresas no deberían violar nunca dentro del ámbito del uso de la comunicación formal.

En la descendente:

  • No mentir
  • No ocultar información importante para sus miembros
  • No dar por supuesta información importante porque sepamos que ya circula en el canal informal.

En la ascendente:

  • Dar respuesta clara y razonada a cualquier pregunta o sugerencia
  • No denigrar jamás opiniones recibida.

Los canales de la comunicación formal son muchos y dependiendo de ellos es más fluida o menos fluida,  desde los clásicos comunicados en papel colgados en un tablón de anuncios, hasta el uso de redes sociales específicas como yammer pasando por reuniones de personal, revistas corporativas o mails informativos.

Está claro que por el condicionamiento  recibido durante muchos años son más usados los de comunicación descendente que los de comunicación ascendente, lo que afecta a la posibilidad de los trabajadores de dar su opinión o hacer sugerencias y eso tarde o temprano mina su confianza en la empresa.

Una empresa con corazón, gestionada con coherencia, deberá tener en cuenta  la opinión de sus trabajadores, tratar dichas opiniones sin romper las normas, con el máximo respeto; y  a la vez ser capaces de establecer canales de comunicación interna de confianza para que la información descendente llegue a estos de una manera fácil. No se trata de cambiar los valores personales de cada colaborador sino de explicar los de la organización para que los colaboradores los puedan hacer suyos; lo que constituye una diferencia con algunos acercamientos actuales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿ y si nos convertimos en charlatanes?

A propósito de los valores de los que hablábamos en el último post, me gustaría compartir una cosa que en alguna ocasión he vivido, algo que cuando pasa me hace sentir mal respecto a mi trabajo y que creo que nos coloca a las personas que trabajamos en comunicación en una posición que me recuerda a la de  los charlatanes.

Dice la Wikipedia que un charlatán es una persona que practica algún tipo de estafa con el fin de conseguir beneficio económico o alguna otra ventaja mediante el engaño o la superchería; para mí básicamente la imagen que me viene a la cabeza es la de los vendedores ambulantes que ofrecían un espectáculo, entretenían a la gente y les vendían un remedio que supuestamente curaba cualquier dolencia.

Alguna vez me he visto a mí mismo, sobre un escenario vendiendo, voz en grito, un supuesto producto milagroso.

Hay empresas que no han entendido que un producto nunca debe prometer más de lo que realmente puede ofrecer al consumidor, con lo que intentan arropar con fantásticas campañas de comunicación a productos que sólo se sostienen en falsas promesas; es bastante común hoy en día que cualquier producto se quiera lanzar con campañas “emocionales” , sin querer ver que si la realidad de la empresa, la marca o el propio producto no aguanta esa comunicación emocional lo único que verán los consumidores es un gran mentira, muy bonita, eso sí.

Bankia

Pese a que en estos últimos días hemos podido ver casos – como la campaña de Coca Cola, «Haz feliz a alguien» coincidente con el conflicto laboral que la marca tiene en España- en su día me impresionó la primera campaña de Bankia después de su rescate; muy bien hecha sí señor, apelando a sentimientos, llegando a la fibra sensible, “Empecemos por los principios” se llamaba la campaña. Pero ¿alguien en su sano juicio podía creer esa campaña? ¿Cómo pensaron vincular Bankia con esos valores tras todo lo que había pasado? No fue una campaña encargada a ninguna agencia,  fue gestada dentro del propio banco, en su  área de comunicación, y para mi está claro  que quien la diseñó se convirtió en un charlatán.

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Creo que los profesionales de la comunicación debemos basar nuestra actividad en decir la verdad, lo haremos de una manera atractiva, buscaremos un mensaje interesante, seremos la voz que hará que el consumidor se decida por nuestro producto pero no se trata de vender una solución que no soluciona nada.

La base sobre la que se soportará cualquier campaña siempre será el producto, el servicio o la marca, y la base de ese producto, de ese servicio o de esa marca debe ser su consistencia, su capacidad de entregar lo que promete, y eso surge de la honradez de la empresa no sólo con sus consumidores sino consigo  misma. El caso de Bankia para mi es el caso de una campaña que podría haber funcionado, pero que no lo hizo porque se sostenía sobre humo, el humo de una marca que nadie podía relacionar con los valores que defendía.